sábado, 8 de marzo de 2014

Taller de reflexión: El Sistema Sexo-Género: 9. La diversidad de la teoría feminista conteporáneas.

La diversidad de la teoría feminista contemporánea.                                                                                                                                                                                                                             

Una de las posibles tipologías analíticas del feminismo contemporáneo es la elaborada por el sociologo Castells (1998), quien diferencia entre:
    * Los feminismos de la igualdad, que trabajan por la igualdad de derechos.
  * Los feminismos culturales, que afirman la autonomía cultural de las mujeres y la superación de los valores patriarcales.
  * Los feminismos esencialistas, que asumen la diferencia biológica para lograr la autonomía y un orden simbólicomatriarcal de referencia.
  * Los feminismos que trabajan desde las identidades múltiples de las mujeres (que incluyen junto al sexo: raza, etnia, opción sexual, etc.) y que buscan un multiculturalismo superador de los géneros.
    * Los feminismos prácticos, que se basan en defensa y mejora de las condiciones de vida de las mujeres maltratadas o explotadas y que considera los más extendidos.

Según el citado autor estos feminismos pueden coexitir en la práctica feminista y en las organizaciones  feministas-

Por su parte, Patricia Madoo y Jill Niebrugge-Brantley (1993) diferencian entre tres grandes tipos de teoría feminista:
   * Teorías de la diferencia: Afirman que la posición y experiencia de las mujeres es diferente a la de los hombres en idéntica situación. (Explicaciones biosociales, institucionales o psico-sociológicas de la diferencia sexual).
    * Teorías de la desigualdad: Afirma que la situación de las mujeres es menos privilegiada o desigual que la de los hombres. (Explicaciones liberales, socialistas o marxistas de la desigualdad).
    * Teorías de la opresión: Señalan que las mujeres no sólo son diferentes o desiguales, sino que son oprimidas, subordinadas, constreñidas, etc., por los hombres. (Explicaciones psicoanalíticas, radical-feministas o de la opresión; explicaciones femnistas de la opresión de la “tercera ola”).

    “La pasividad que caracterizará esencialmente a la mujer “femenina” es un rasgo que se desarrolla en ella desde los primeros años. Pero es una falsedad afirmar que sea un rasgo de carácter biológico; en realidad es un destino que le imponen sus educadores y la sociedad”.

La publicación en 1949 de El segundo sexo, de la filósofa francesa Simone de Beauvoir supondrá un sólido rebrote del pensamiento feminista. Establece cómo los varones, que detentan el control y el dominio de todos los órdenes sociales, condenan a las mujeres, con un discurso centrado en la particularidad biológica, a una existencia secundaria, a ser las otras. Expone Beauvoir que las mujeres no “nacen” sino que se “hacen”, tras años de modelado, educación diferenciada y socialización impulsada desde la cultura androcéntrica, llegando a ser las mujeres que los hombres desean.

En EE.UU., en 1963, aparece otro detonante feminista: la publicación de La mística de la feminidad, de Betty Friedan,  psicóloga social que recoge en este libro los testimonios espontáneos de malestar y frustración, de vacío existencial, que muchas norteamericanas enviaban a revistas femeninas, dando cuenta del “problema que no tiene nombre”, que se manifestaba originándoles trastornos psicológicos y sociales de carácter autodestructivo.

Betty Friedan interpreta que ese problema innominado que hace infelices a las mujeres es precisamente la creencia impuesta de la feminidad, “la mística de la feminidad”, que marca la identidad de las mujeres en su relación de dedicación a los otros, mediante el papel de esposa y madre y la asunción acrítica de la división sexual del trabajo.

Kate Millet, en su obra Política sexual (1970) fue una de las impulsoras de la consigna “lo personal es político” que expandieron las feministas radicales norteamericanas de los años setenta.

Con ella, buscaban reflejar las relaciones de dominio y poder por parte de los varones sobre las mujeres que se reproducen en el ámbito de lo privado, fundamentalmente en la relación familiar y en la sexual.

“Lo personal sigue siendo político. La feminista del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la opresión se ejerce en y a través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más íntima de todas: la relación con el propio cuerpo”Germaine GREER (2000)
Teóricas feministas socialistas y marxistas afirman que patriarcado y capitalismo son dos sistemas autónomos, analíticamente diferenciados y distintos en su desarrollo.

Las teorías del “doble sistema” o “sistema dual”, según la formulación de Iris Young (1980), han ocupado a autoras como Juliet Mitchell, o Heidi Hartmann. Para ellas, las raíces del status social actual de las mujeres se encuentra en la división sexual del trabajo, activado por la interacción de los dos sistemas engranados: capitalismo y patriarcado.

Las grandes aportaciones teóricas de estas corrientes consisten en haber reelaborado los conceptos de producción-reproducción y trabajo, y en que amplían la realidad de la base material y las áreas de explotación más allá de los planteamientos económicos.

Carol Gilligan, en su obra La moral y la teoría (Psicología del desarrollo femenino) (1985) plantea que la ética de las mujeres es distinta que la de los varones.

Frente a una ética masculina centrada en la justicia y el derecho, expone que las mujeres prefieren conducirse por la “ética del cuidado” y la responsabilidad.

Afirma que las mujeres se definen fundamentalmente por relaciones de intimidad y asistencia, por ello, tienen un tipo propio de orientación moral que hace que desplieguen mayores niveles de compasión y cuidado.

Esta teoría ha recibido numerosas críticas desde el feminismo. Se le objeta el carácter esencialista y ahistórico que adjudica a las mujeres, y, por otra parte, que asume acríticamente los valores históricamente asignados a las mujeres por el sistema de sexo-género.

Igualmente, se le dice, la perspectiva del cuidado debe ser complementaria y no antagónica a la de la justicia.

A partir de la concienciación de las mujeres de su subordinación y opresión en un sistema patriarcal, nace la primera unión o “sororidad” entre ellas, hermanadas en una lucha común.

En un segundo momento, las mujeres, conscientes de la idea de “pacto entre varones” que define al patriarcado y que las excluye de los ámbitos de poder, deciden estrategias que les permitan unirse, más allá de las diferencias individuales o ideológicas, para lograr acceder a los ámbitos de poder.

La filósofa Amelia Valcárcel propone, en su obra La política de las mujeres (1997) para garantizar el acceso de las mujeres al poder, una ética y una política.



Una ética de la solidaridad entre mujeres, no basada en la ayuda compasiva, sino en la unión que proporciona la autoconciencia feminista: el “pacto entre mujeres”, concretado en una política comprometida con los objetivos igualitarios feministas.

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